miércoles, 23 de marzo de 2011

Caracas, y ahora que?

Llegó el día en Lucía tenía que ir a Caracas para tomar su avión de vuelta a Argentina, es por eso que nos dirijimos a la capital de este país. Muchisima gente me habló de los "peligros" que acarrea la decisión de llegar a esta ciudad, ya que supuestamente esta ciudad es la más peligrosa de Latinoamérica y algunos consideran una locura venir aquí. Locura es la cantidad de autos que habia en la entrada a la ciudad, que sumado a la lluvia se convirtió en un caos, que supuestamente es de lo más normal por estas calles.

Una vez que llegamos, el chofer del autobus que nos trajo hasta la ciudad nos acompaño hasta el otro autobus que teníamos que tomar para ir a la terminal y que también iba hasta el hotel desde donde salen las combis hasta el aeropuerto. Luego de la despedida, y siendo las 2 y media de la tarde decidí ir directamente a una de las tantas terminales de autobuses que hay en esta ciudad, con dos posibles destinos: Puerto La Cruz con sus playas o La Gran Sabana con su verde.

Debido a que el próximo autobus a Puerto la Cruz salía a las 21:30 hs y llegaba a eso de las 3 de la mañana, decidí ir en contra de lo que me parecia el mejor recorrido y me compré el pasaje hasta Ciudad Bolivar, que saldría a las 19:30 de la tarde y llegaría a destino a eso de las 6 de la mañana. El único problema de esto es que iba a tener que esperar hasta el horario de la salida del bus con la mochila encima ya que no había lugar para dejarla, lo que significó que me quedé en la terminal de colectivos esperando al horario de salida.

Mientras esperaba sentado, poco a poco me fui reencontrando con viejas sensaciones que durante mucho tiempo viajando solo sentí, y que en este viaje había dejado de lado. Llegué de nuevo al punto de saber que el destino de los próximos días dependerá exclusivamente de mis decisiones, de algún autobus que salga o no, de alguna recomendación y de los pasos que mi piecitos quieran dar. Y así, mientras seguía sentado en esa butaca, mis pensamientos se iban sucediendo como cada uno de los minutos que pasaban, y así pude llegar a comprender lo lindos que fueron estos dos meses en compañía, de las tantas cosas que aprendí en este tiempo, de las tantas cosas que todavía tengo que aprender, de lo bello que es compartir con alguien tantas cosas y gentes nuevas que se cruzan en nuestros caminos, y de lo apasionante que me sigue resultando el arte de viajar y vivir.

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